viernes, 18 de enero de 2013

Undressing...

Vivir con la ilusión de ser un gran músico, reconocido, no habiendo estudiado lo suficiente, no siendo capaz de ponerme en serio a aprender a tocar mejor, a cantar para mí, y no para las chicas o el reconocimiento inmediato, cual artista con necesidad de expresarse.
Sigo acumulando frustración en el vacío de mis días, llenos aún así de vida, de preguntas sin respuesta.
He aprendido a meditar, a vivir el momento presente. A veces, sonrío desde la nada de la simple energía de estar vivo. Y ese momento es mágico, pero es un susurro, un segundo, una chispa que no enciende la llama intensa. Esto lo aprendí de Eckar Tolle, gran gurú budista cuya esperanza y seguridad en haber encontrado respuestas, dan ganas de seguir adelante.
Pero luego estamos todos los demás, almas errantes. Somos sedimento de años de darle al coco en este modo desesperado, encontrando paz en la depresión ajena: poetas locos, pintores solitarios, músicos desesperados. Aún encuentro fascinante el creer poder leer más allá de las palabras de algunos, ver más allá de sus ojos, cuando hablan hacia el mundo, lo que no saben decir más que con su arte. Y yo les digo: no te preocupes, no tengas miedo, yo te entiendo, estamos juntos en esto.
Una vez aprendida la lección, y es que estamos todos hechos mierda, ¿cuál es el siguiente paso?
Vivir la vida dicen muchos. Pero como? En constante carrera hacia una meta? En constante lucha contra nuestras debilidades, que no nos dejan llegar a esa supuesta meta? Hemos pensado qué pasará cuando lleguemos? Acaso creemos que encontraremos algún tipo de felicidad que dure más de 2 meses?
Hace poco me vino un tipo, veintipico, hablando de Dios, pero no haciendo hincapié en su palabra, sino en lo feliz que llevaba desde que se había entregado a su amor, hacía ya tres años. Tres años en los que aseguraba haber estado feliz, viviendo la vida, reconociendo el sufrimiento y la satisfacción como parte de un mismo bien. Quedamos para tomar un café y hablar mejor... nunca le devolví la llamada perdida. Supongo que no tengo tiempo, o me da pereza...
Vivir con metas, para ir tirando del carro, para encontrar un sentido. Cada uno busca el suyo, se lo impone, y es que es necesario para seguir adelante. El problema es el constante ruido mental, los constantes viejos pensamientos que se pegan contra las paredes de nuestra cabeza. Hacen ruido día sí, día también. No hay nada que hacer al respecto excepto meditar. Olvidar el pensamiento y meditar, en el metro, en la cama, en el trabajo... práctica que se llega a hacer obsesiva, triste a la vez, al ser un arma de doble filo, que te sana momentáneamente, pero te mata al hacerte recordar que la necesitas para no desviarte más aún del camino del control, camino etéreo.
Son tan diferentes estos dos mundos, el del cuerpo y el de la mente, y en algún lugar se tocan tan profundamente.
Dos estados tan diferentes, el de dejar que el cuerpo energizado actúe; frente al momento en el que la mente toma el relevo y nos intenta convencer de que todo lo que hemos disfrutamos gracias a nuestro cuerpo y a la más pura e inocente de la energías, hace un momento, carece de sentido.
Pero hoy lo que el viento y la nieve susurran, trae esperanza desde el este, esta vez, con palabras de amor a la vida. Palmaditas en la espalda que filtran la oscuridad, la convierten en una luz clara, en una aventura, un juego donde todo vale.
Y más que nunca no hay meta. Y más que nunca se debe disfrutar del momento. Seguirán las preguntas y nada podremos hacer al respecto, más que aprender, vivir no como en un infierno, sino como en un juego divertido, en dificultad máxima.
Por lo menos mientras sigan las preguntas, no habremos llegado a la temida Conclusión. Y es que llegar a ella es tirar la toalla, y eso es lo contrario a vivir. Estamos aquí para jugar al juego, y de aquí hasta la muerte estaremos presos en el laberinto sin salida, lo queramos o no, así que más nos vale darnos cuenta cuanto antes y aprender a encajar las patadas que nos da la vida y, al ser conscientes de los buenos momentos, aferrarnos a ellos el mayor tiempo posible, pero sin miedo a volver a caer, pues vivimos en una montaña rusa. Arriba, abajo, arriba, abajo.

P.D.: Gran película "The Swell Season", música y frustración al más puro estilo depresivo desesperado, buscando respuestas a preguntas imposibles. ¿Amor? ¿Ambición? ¿Y ahora, qué?...